Hoy es el Día Internacional de la Felicidad. Y eso me lleva a pensar cuánta gente en nuestro país no encontrará motivos para estar feliz (y no digo ser, digo estar). Algunas personas no los encontraban hace unos meses, antes de que la vida nos diese un vuelco, y seguramente tampoco sabrán hacerlo ahora.
Muchos, la mayoría, estamos confinados en casa sin salir para nada. Algunos siguen trabajando precisamente para que nosotros podamos seguir en casa. Hay situaciones para todo tipo de personas, como en el mítico anuncio de Coca-Cola: para los solteros, para los casados, para los que viven solos y para los que viven con alguien, para los que tiene hijos y para los que no, para los que los tienen cerca y para los que los tienen lejos, etc. Y para todos debería haber algún motivo para sentirse feliz. Busquémoslo.
Hay muchos motivos para celebrar el Día de la Felicidad este año. Y es que, me siento obligada a recordaros, por si acaso, que aunque todo haya cambiado, las conversaciones no se cancelan, las relaciones no se cancelan, ni el amor, ni la risa, ni la lectura, ni la pintura, ni la música, ni ………….. (dejo que rellenes el hueco tú mismo).
De verdad creo que la actitud con la que miramos el mundo, las gafas con las que lo miramos (las mías son color lila, por cierto), determinan lo que vemos. Si nos ponemos las gafas de aumento nos arriesgamos a sobredimensionarlo todo y las de sol pueden hacer que en un día nublado lo veamos todo oscuro. Cuidado con cuáles eliges.
Aprovecha, como decía ayer, para hacerte presente con la gente a la que quieres, dedícate tiempo, haz cosas que te gustan.
Sin caer en el tópico, sí quiero animarte a mirar alrededor, a ponerte las gafas de realidad. A mirar aquello que normalmente no miramos, porque no lo vemos, porque no tenemos tiempo, porque lo damos por hecho, por lo que sea. Tener a los niños en casa, no poder salir, tener que darles clase, entretenerles, hacer la casa, teletrabajar ¿y ser feliz? ¡Claro!
Te propongo que des un par de pasos atrás y trates de mirar con perspectiva, de apreciar aquello que otras veces ni ves. Tal vez tengas la oportunidad de ver a tus hijos hacer cosas que nunca les habías visto hacer porque nunca estás presente cuando las llevan a cabo; tal vez estés descubriendo la faceta de tu pareja de trabajador serio y eficaz, más de lo que habrías imaginado; puede que estés con tus padres, mayores, que por un lado te agobian y por otro te enternecen, porque ves que los años pasan, que ya no son tan jóvenes, y apreciarlo te acercará a ellos, te dará más paciencia, te hará valorarles y valorar el tiempo que os queda. Tal vez la oportunidad sea tan sencilla como poder dedicar tiempo a enseñarle a tu hijo cómo vestirse solo, atarse los cordones o guardar su ropa limpia en el armario, que normalmente haces por él porque la prisa no te permite disfrutar de enseñarle. Tal vez el que de repente esté en casa sea tu marido, al que no estás acostumbrada a ver más que un rato al día, aunque llevéis treinta años casados; obsérvale, busca lo que queda del chaval del que te enamoraste tiempo atrás, aprecia los aspectos en los que ha mejorado (siempre los hay), enséñale a hacer cosas que no sabe ¿cocinar? O aprende las que tú no sabes y siempre le pides. Una amiga de mi madre le prepara cada año a su marido, desde hace cincuenta, huevos rellenos por su cumpleaños. Ese cumpleaños fue ayer, pero ella este año está enferma así que no podía cocinárselos. ¿Sabéis lo que han hecho? Han encontrado una alternativa aún mejor: ella se sentó en una silla en la cocina y le fue dictando y dirigiendo los pasos, uno a uno, con mucha paciencia, al marido que nunca había cocinado nada. Al final comieron los huevos de todos los años, pero con unos ingredientes extra, un sabor especial a amor, a cariño, a paciencia, a unión, que nunca antes habían experimentado.
Mira a tu alrededor. Si estás sano, siéntete afortunado por ello. Si tienes casa, siéntete afortunado por ello. Si tienes un libro, internet, una radio o una tele, siéntete afortunado por ello. Porque estos tiempos convulsos que estamos viviendo al menos deberían enseñamos a valorar lo que tenemos, lo que normalmente tenemos y antes o después volverán: libertad de movimiento, libertad de pensamiento, una sanidad con una calidad muy por encima de la media, los paseos, los lugares de ocio, tropecientos días de sol al año en los que salir a tomar algo a una terraza, nuestros amigos, etc.
Pero, sobre todo, recuerda: Las conversaciones no se cancelan, las relaciones no se cancelan, ni el amor, ni la risa, ni la lectura, ni la pintura, ni la música. Así que, aunque solo sea por eso, celebremos el día de la felicidad.
Ah, por cierto, ¡feliz fin de semana que hoy es viernes! (a que de eso ni te acordabas…)
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